Imagina que vas al supermercado de un país extranjero por primera vez y no conoces el idioma. Tienes ante tí una hilera de productos: te suenan las marcas conocidas y seguramente sean esas las que eches al carro. Puedes deducir el contenido de otros productos por la imagen del paquete; el resto, directamente te suenan a chino. Algunos procesos de participación ciudadana están diseñados así: listas de la compra llenas de ítems que no conocemos bien.
Unos de los riesgos de la participación –especialmente de la participación mediada por la tecnología– es confundir participar con decidir. Decidir es simplemente echar un voto en una urna; ver un listado de propuestas y elegir una; hacer un click en un checkbox. Participar es un proceso mucho más profundo y más enriquecedor: implica la voluntad de querer estar informado, de conversar, leer propuestas de otras personas, opinar y debatir. La democracia directa va de la mano de la democracia deliberativa. Una no puede existir sin la otra.
En Gobierto nos esforzamos por comprender cómo funcionan los procesos de participación y llevamos mucho tiempo recabando experiencias de técnicos de participación, asociaciones vecinales y expertos del mundo académico. En este tema todos hacen especial hincapié: para llevar a buen término un proceso participativo hay que potenciar la conversación ciudadana, no minimizar la parte de deliberación presencial y crear herramientas digitales que permitan debatir online de forma cómoda y estructurada.
¿Cómo podríamos hacerlo? Se nos ocurren algunas ideas:
- Segmentando el proceso en fases que se ajusten proporcionalmente al esfuerzo participativo que se pretende lleva a cabo, y asignando el tiempo suficiente a la fase de deliberación.
- Potenciando el debate offline con “facilitadores” en las reuniones abiertas con los ciudadanos: personas especialmente preparadas para estructurar un debate, asegurándose de que todo el mundo muestre su punto de vista de forma ordenada.
- Facilitando el debate online con herramientas que permitan comentar las propuestas (en su totalidad o en parte), apoyarlas y ordenarlas de forma que unas no dominen la conversación y sepulten a otras.
EL CASO DE LA CONSULTA SOBRE LA DIAGONAL
Podemos aprender de algunos fracasos de procesos participativos por falta de deliberación. Por ejemplo, la consulta en torno a la remodelación de la Diagonal en Barcelona en 2010. El ayuntamiento presentó una lista de 3 opciones redactada desde arriba, sin la aportación directa de la ciudadanía. Las opciones A y B, diseñadas por el teniente de alcalde y su equipo, contemplaban dos tipos de transformación: un bulevar y una rambla. La opción C era no hacer nada y dejar la diagonal como estaba. Ganó la C por abrumadora mayoría. El propio ayuntamiento reconoció los errores del proceso, que se saldó con la dimisión del teniente de alcalde. Además de otros factores a tener en cuenta –como fallos técnicos y el hecho de que la oposición aprovechara loas carencias del proceso para ejercer una fuerte presión contra el alcalde– el ayuntamiento aprendió que una iniciativa de participación de gran calado no puede ofrecer exclusivamente listas prediseñadas y cerradas. Si se les consulta algo tan importante, los ciudadanos quieren participar durante todo el proceso, no sólo al final.
Por tanto, un proceso participativo que implique democracia directa (voto) tiene carencias si:
- los vecinos no han tenido oportunidad de informarse ni debatir (no se han proporcionado escenarios ni herramientas para ellos).
- Se les ha instado a decidir sobre un listado de opciones que no podían comprender en su totalidad, discutir ni modificar.
Otra cosa distinta sería un proceso consultivo, no vinculante y a pequeña escala. Por ejemplo, una encuesta que el ayuntamiento lanza entre la ciudadanía para conocer su opinión sobre un asunto concreto. Tomar la temperatura de la opinión ciudadana puede ser una buena herramienta informativa. Y aun así, la labor de transparencia previa y los espacios abiertos y permanentes de deliberación son fundamentales.
Siguiendo con la analogía culinaria, si no conoces los productos o nadie te ha hablado de ellos echarás al carro lo que te suena, lo que has comido siempre o lo que tenga un aspecto más apetitoso sin pararte a pensar si es saludable.
Por eso, al diseñar una plataforma de participación no se pueden diseñar sólo listas de la compra: Hay que dar las herramientas necesarias que los ciudadanos estemos informados en todo momento, para que compartamos nuestra experiencia con los demás y podamos redactar entre todos una lista de la compra consensuada. Cada vez tenemos menos tiempo para cocinar ¡y menos aún para participar!. Cuando más fácil sea mantener una conversación y llegar a un consenso, mucho mejor.